sábado, 7 de diciembre de 2013

Filosofía de las Armas

Entre los usos legítimos de las armas, el tiro olímpico es, sin duda, el menos discutible, aunque tenga también sus detractores. Vamos a analizar, la especificidad del tiro como actividad humana y deportiva


Las modalidades del tiro olímpico —plato y precisión— cons­tituyen una peculiar estiliza­ción del uso de las armas. ¿En qué consiste esta “estiliza­ción”?

Veamos:
Si aceptamos que tirar —en su sentido más amplio y general— es acertar a algo lejano con un arma, resulta evidente que esta posibilidad, en sí misma, tiene una enorme trascendencia.\r\nRecordar la importancia que ha teni­do en la historia el poder acertar a un blanco lejano; la caza y la guerra, dos actividades inevitablemente asociadas al devenir de los seres humanos, que cambia­ron su faz:\r\nDel predominio de la fuerza —motor exclusivo de la selección natu­ral—\r\nse pasó al predominio de la inteli­gencia.Pues bien, el tiro,tal y como ahora lo conocemos, es el último tramo de un largo proceso evolutivo; hereda todo lo que significó en sus albores, pero quin­taesenciado,estilizado y, sobre todo, in­telectualizado.\r\nEl tirador, de forma inconsciente, re­produce los mecanismos de la evolu­ción cultural: ser el mejor, o al menos muy bueno, acertando a algo lejano con un arma es demostrar, y demostrar-se a sí mismo, una superioridad ancestral (No olvidemos la importancia que ha tenido, en cualquier ámbito cultural, el buen tirador,fundamentalmente por­que ofrecía seguridad, ya fuera como cazador, ya fuera como defensor.\r\nAunque en el tiro deportivo no se defiende ni se caza —los otros usos legítimos de las armas—, el tirador conserva estas moti­vaciones, más o menos pertenecientes al “inconsciente colectivo”; pero el tira­dor olímpico, en cualquiera de sus mo­dalidades, lo que se propone en reali­dad es un puro ejercicio intelectual. Va­mos a ver lo que esto significa.


El componente teórico del tiro.


El tiro es una actividad intelectual, ante todo, porque tiene en su misma ba­se un fuerte componente teórico. El ti­ro, en efecto, exige una serie de conocimientos ínter disciplinares, indispensa­bles para su más eficaz realización. En cualquier artículo o libro sobre tiro existen una serie de consideraciones so­bre anatomía, fisiología, óptica, física aplicada, sicología, etc., sin cuya com­prensión es muy difícil llegar a un nivel importante. El tiro implica un profundo conocimiento de todos los elementos que intervienen en el proceso, desde el arma y sus mecanismos, hasta el tira­dor, considerado de modo analítico.\r\nLa bibliografía específica sobre tiro, no abundante pero si hipertécnica, nos demuestra su enorme componente teó­rico. Es curioso que los libros sobre ca­za son fundamentalmente anecdóticos, quienes escriben acerca de temas cine­géticos cuentan sus lances, pero rara vez se entretienen en dar normas sobre el modo de tirar. Por el contrario, los li­bros y artículos que se escriben sobre tiro deportivo\r\n—más concretamente acerca del tiro de precisión— requieren un estudio ana­lítico y pormenorizado, porque en ellos se detalla cada componente del acto de tirar, cada uno de los pasos que debe seguir el tirador y que deberá reprodu­cir por separado hasta unirlos en un to­do para conseguir la automatización, la\r\nrealización puramente refleja de algo que ha tenido que asimilarse, previa­mente,\r\na nivel intelectual.


La especificidad del tiro

Y es que esta necesidad de automatización viene exigida por la característica más impor­tante del tiro, y que hace de él uno de los depor­tes más difíciles y en cierto modo único: tirar bien es hacer algo idéntico y perfecto de modo repetido.\r\nPor ejemplo, en el tiro de precisión, se trata de hacer 10, de acertar al centro de la diana, en principio siempre.\r\nEsto, como todos los tirado­res saben por experiencia —y hasta los no tirado­res—es algo casi imposible; y algo que hace también del tiro un deporte\r\nprácticamente úni­co; nadie exige al futbolista que tire siempre de modo perfecto e idéntico, ni al tenista que eje­cute sus golpes sin un fallo.\r\nCualquier deporte dé competición tolera altibajos como algo nor­mal, entre\r\notras cosas porque en los deportes de competición —donde hay uno o varios\r\nrivales enfrente— se juega, también, con el fallo del contrario. En el tiro,\r\ndonde no hay contrarios, se exige la perfección idénti­ca y repetida. El\r\ntirador, como el corre­dor de fondo, está solo. También lo está el saltador de altura, el de longitud, el lanzador de disco, peso o jabalina... Pe­ro nadie\r\nexige a ninguno de estos de­portistas que ejecute siempre sus accio­nes de modo\r\nperfecto, y menos aun se­senta veces seguidas —o más veces, según la modalidad.\r\nCabe objetar que el tirador no tiene que realizar el mismo esfuerzo físico que un saltador de altura o un corredor de fondo. Pero ésta sería una objeción de profano; sólo con una sólida prepa­ración fisica puede el tirador soportar el des­gaste psicofísico de una competición.


Ética y psicología en el tiro

\r\nPues bien, esta necesidad de perfección repetida exige del tirador un afán de superación: para tirar bien hay que tener habilidad —fruto de la preparación intelectual y técnica—; pero además hay que tener la voluntad de hacer las cosas de modo perfecto, lo que exige cons­tancia, sacrificio y, sobre todo, autocon­trol.\r\nEl afán de perfección del tiro es, en principio, ilimitado. Las máximas pun­tuaciones están ahí, como los picos del Himalaya, desafiantes, invitando a conquistarlas. ¿Se podrá alguna vez llegar al 600 en Pistola Libre? Es difícil, dificilísimo; pero no im­posible. Sin embargo, mientras que los 8.000 metros del Himalayá son invariables, en el tiro las distancias y/o los tamaños de las dianas pueden cambiarse. Sí alguna vez se consiguieran en todas las modalidades de tiro las máximas puntuacio­nes, es casi seguro que la I.S.S.F. aumentaría las distanciás o, por lo menos, haría las dianas más pequeñas. El tiro, pues, implica un afán de perfección que tiende, asintóticamente, al infinito. Mientras que en cualquier otro deporte los récords alcanzados hasta el momento determinan la marca a batir, en el tiro existe un “valor añadido”, se trata de alcanzar ese récord, por supuesto; pe­ro, detrás del récord, está la puntuación máxima, como récord absoluto.\r\nAdemás de esta voluntad de hacer las cosas de modo perfecto, el tiro exige -como apunté antes— un enorme autocontrol, un perfecto autodominio de las emociones primarias. El tirador, cuando compite, no tira “contra” otros tiradores, sino “con” otros tiradores.\r\nEn casi todos los deportes de competición existen contrarios, dispuestos a que fallemos y a aprovecharse de nuestros erro­res. Pero el tirador sólo compite consigo mismo; nadie le incomoda ni estorba, nadie le da en el codo para que su puntería falle. Es más —y esto es algo que he podido comprobar de modo perso­nal—,\r\nno es extrañó que reciba, por parte de sus “competidores”, consejos y aliento.El tirador, pues, sólo tiene que controlarse, do­minar sus emociones y su tensión, y hacer el ma­yor número posible de tiros perfectos. Nada más y nada menos. Y es que el tiro de precisión, sobre todo, es un extraño deporte en el que la tensión debe vencerse estando quieto. Cualquier otro de­porte —incluso el ajedrez— admite tensiones y mo­vimientos. El tiro no: el tiro exige llegar a un re­poso casi estatuario, al menos durante ese mo­mento —terrible— en el que sale el disparo, en el que se producen —fruto de un largo entrenamien­to— una serie de actos reflejos que han sido inte­riorizados de modo analítico y que dan como re­sultado esa síntesis final, ejecutada de modo casi inconsciente.


Un uso pacifico de las armas

Es difícil concebir, pese a todo, una actividad humana menos agresiva. Ante todo porque el tirador —si lo es auténticamente— es un ser humano con un profundo autocontrol de sus emociones más elementales: un tirador iracundo, por ejemp­lo, es impensable que sea buen tirador. En segun­do lugar, porque lo único que se agrede —hablan­do de modo figurado— es una cartulina, si tiramos en precisión, y un pedazo de cerámica, si tiramos al plato. Conseguir, al final de la tirada, el máximo de aciertos, es el trofeo más preciado para un tirador dé precisión o plato. Porque en el tiro, se acierta o no se acierta. Y acertar es, en definitiva —eso lo sabemos todos— una de las co­sas más difíciles, tanto en los polígonos de tiro como en la vida.

No hay comentarios:

Publicar un comentario